Antonio Alarco Espinosa |
"Producido el combate naval el 2 de mayo, los bomberos de la Municipal Lima, Roma y France, así como los de la Chalaca, Bellavista, Aduana y de otras Compañías, ocuparon un lugar preferencial en el frente de lucha, por ser nacionales.
El General Juan Eléspuru, sobreviviente del Combate del Dos de Mayo, recordó la noche del 2 de mayo de 1916 en el Teatro Colón, que después del primer tiro de la Torre de la Merced muere uno de los artilleros, de inmediato se llamó a un reemplazante para dicha Batería y, entonces acudió presuroso el Teniente Coronel mejicano Justiniano Zubiría; mas, al dirigirse a la pequeña escala que conducía a los cañones, fue detenido por el joven bombero peruano Antonio Alarco de la Municipal Lima, que vestía su casaca roja, diciéndole: “Yo soy peruano, a mí me toca”, y subió para desaparecer gloriosamente cargando el cañón y marchó a la inmortalidad junto al patriota chotano Coronel José Gálvez Egúsquiza, Ministro de Guerra del Perú.
Al tomar conocimiento su señora madre Mercedes Espinosa Vda. de Alarco, que había estallado el Torreón de la Merced donde su hijo combatía, llegó al puerto del Callao con su fiel e inseparable amiga Doña Teresa Bologna de Roca, con quien afanosamente buscó entre los humeantes escombros y cenizas lo que pudiera encontrar de su amado hijo Antonio.
A los dos días fue hallado un despojo humano; el brazo izquierdo de Alarco, con la manga del uniforme rojo, y, desgarrada y quemada, parte del antebrazo y mano izquierda que su propia madre reconoció por una sortija de oro con brillantes que ella le había obsequiado. Por estos restos mortales hallados - que fueron colocados en un frasco de vidrio -, Antonio Alarco tuvo el consuelo de tener un entierro digno y una tumba a donde pudiera acudir a orar su admirable madre, quien, al reconocer los restos mortales de su hijo, se limitó a decir: “Dios me lo dio, él se lo llevó”.
El 12 de mayo de 1866, fueron llevados en hombros de los miembros de la Compañía Municipal Lima, los ataúdes que contenían los restos de Antonio Alarco y del Coronel José Gálvez Egúsquiza al Cementerio General de la Beneficencia Pública de Lima y trasladados posteriormente al Cementerio Presbítero Matías Maestro, cuartel San Juan Bautista, con los máximos honores militares.
Es así como, Juan Antonio Alarco Espinosa, a sus escasos 25 años de edad se convirtió en el primer héroe del bomberismo voluntario peruano, sirviendo de paradigma de solidaridad, entrega y sacrificio a las nuevas generaciones de bomberos peruanos. La muerte de Antonio Alarco Espinosa significó también la consagración de nuestra divisa: Dios, Patria Humanidad, porque al vestir la honrosa casaca roja del bombero voluntario cumplió con los mandamientos de la ley de Dios, defendió a su Patria que era el Perú y se sacrificó por su ideal humanitario, pero, fue aun más allá; rindió la vida. Esta historia nunca ha sido difundida en su justa magnitud."
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Coz Vargas, Julio César. "Historia del Cuerpo de Bomberos voluntarios del Perú al cierre del milenio, 1860-2000 " Lima, 2009
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